Blanca y verde, la higuera,
estalla de fruto delicado,
sus hojas son palmas
que protejen su dulzor
con áspera nervadura.
Su tronco blanquecino,
suave, abre sus brazos
y me anima a acariciarlo,
pienso en su remanso,
me transmite su paz, su calma.
Las ramas más altas,
juegan con el cielo, con el viento...
y regalan al camino,
un conocido perfume y frescor,
un maná antiguo y nuevo.
El sol da sombra, brillo y luces,
a sus verdes oscuros y limpios,
la brisa cimbrea el ramaje.
Recojo los higos que se derraman
sin tregua, sin pausa.
La golondrina ligera canta.